eldiario: Subasta Tejidos de Esperanza: una sinergia entre las raíces indígenas y el arte moderno

La sala de exposición de Spativm Studio alberga resonancias de tradiciones ancestrales, durante la celebración de la subasta silenciosa Tejidos de Esperanza, organizada por la asociación Damas Salesianas. En este espacio, ubicado en La Castellana, en Caracas, se exhiben 40 piezas de artesanía del pueblo Eñepa (o Panare), del estado Bolívar, intervenidas por 71 artistas y diseñadores contemporáneos.
La muestra, que se inauguró el 17 de octubre, forma parte de un grupo de 80 wapas, es decir, piezas de cestería tradicional de herencia yekuana, aunque comunes en los pueblos indígenas de la Amazonía venezolana. La otra mitad se exhibe en la galería Ascaso, en Miami (EE UU). Ambas exposiciones estarán abiertas al público hasta el 28 de octubre, cuando culmine finalmente la subasta.

Mariana Ducharne de Pecchio, directora de Spativm Studio, explicó en entrevista para El Diario que durante el tiempo que dure la puja, los interesados podrán acceder a la plataforma de subastas en línea Bidding Owl para hacer sus ofertas. Todo el dinero recaudado será destinado a la Fundación Proyecto Maniapure, la cual desarrolla proyectos educativos y de salud en comunidades indígenas de Bolívar.
“Esta exposición representa un contraste del arte moderno con la cestería indígena de la Amazonía. Es como pasar de algo muy industrial hacia algo orgánico”, declaró. Considera además esta iniciativa como una reivindicación de la artesanía tradicional autóctona de Venezuela en el mercado del arte internacional.
Las wapas

Para la cultura yekuana, el tejido es una actividad sagrada, ya que en sus cestas está el legado de sus antepasados, su conexión con el universo, y sobre todo, el sostén de la vida. Las wapas usualmente son usadas para servir y transportar alimentos. También sirve para guardar y triturar la yuca para elaborar el casabe, y de ahí que su confección solo sea hecha por hombres, de acuerdo a sus mitos fundacionales. No obstante, hay registros de que en las últimas décadas esto ha cambiado, con las mujeres ejerciendo un rol bastante activo en la cestería.
Estas costumbres también se extendieron a otros pueblos de la región de Guayana. En este caso, las 80 wapas exhibidas para la subasta fueron hechas por dos artesanos de Maniapure, comunidad ubicada a más de 100 kilómetros de Caicara del Orinoco. Allí viven más de 20 mil personas, entre eñepas y “criollos”.

Usualmente, las wapas poseen diseños geométricos cuyo significado puede variar dependiendo de la comunidad, o de si es hecha por un hombre o por una mujer. Las wapas de Tejidos de Esperanza no cuentan con ningún patrón, siendo prácticamente lienzos en blanco para los artistas que los intervinieron.
Así, en este proceso participaron artistas venezolanos e internacionales como José Antonio Araujo, Isabel Cisneros, Teresa Cabello, Rayma Supriani o Domingo Zapata. Cada uno incorpora diferentes elementos que dotan a sus wapas de una personalidad propia, como pintura, tejidos, escultura e incluso vitrales e impresión 3D. En algunos casos, como las wapas Al centro de la tierra, de Eli Pimentel; Intervención Wuapa, de Rodrigo Machado; o Amanecer y Crepúsculo, de Juan Carvallo, se intenta emular el diseño tradicional de las cestas indígenas.

En otras piezas, se integran otros elementos de la venezolanidad, como la Divina Pastora de Armando Villalón; una chica sonriente en ¡Qué hermosa!, de Euler Fernández; una guacamaya, en Vuelo al sur, de Camila de la Fuente; o Toronto en mesa, de Gian Pablo Polito. Con la wapa Tropicopuro a la Descinética, Onofre Frías hace una alegoría musical cuyas notas, que incorporan conchas marinas y una maraca, hacen una conjunción entre el Caribe y la selva amazónica.
También hubo artistas que buscaron el choque entre corrientes más abstractas, con wapas que albergan estilos cubistas, cinéticos o de Op-art. Incluso funcionales, como Eclipse, de Ángel Sánchez, que convierte su wapa en una lámpara. Otros juegan además con elementos del arte pop, como Antonio Azzato con sus ya distintivas meninas; o José Francisco Loureiro, con el toque más urbano del graffiti.
Buena causa

La Fundación Proyecto Maniapure surgió a mediados de la década de los setenta para atender las necesidades de la comunidad del mismo nombre. Luego de crear una escuela, en 1980 se fundó allí el Centro La Milagrosa. Al principio como un ambulatorio aunque luego se volvió la base de operaciones para los proyectos humanitarios allí. Desde 1998 la fundación creó una alianza con las Damas Salesianas, siendo uno más de los 28 centros que la asociación de mujeres católicas laicas maneja en todo el país.
Esta es la tercera ocasión en que las Damas Salesianas organizan la subasta Tejidos de Esperanza. En entrevista para El Diario, la directora ejecutiva de La Milagrosa, Maura Romero, indicó que estas subastas surgieron con el propósito de mantener el centro, específicamente a sus proyectos de educación y al funcionamiento de un preescolar multicultural que atiende allí a ocho comunidades indígenas y criollas.

“Con esto queremos que más niños participen, porque así más oportunidades de educación tienen, y contamos con grandes aliados para darles también alimentación. Eso también ayuda a los niños de esas zonas tan vulnerables en Venezuela a que tengan una nutrición adecuada, pues en la etapa de educación inicial es más importante una nutrición con contenido de proteínas para su desarrollo cognitivo”, indicó.
Además de los comedores, acotó que los fondos recibidos se invertirán en la construcción de más salones para que los niños puedan recibir clases. Por su parte, la presidenta de Las Damas Salesianas de Venezuela, Zoila Guerrero, considera el evento como un “círculo virtuoso”, en el que los eñepas crean sus piezas, los artistas intervienen con su visión, y el dinero finalmente regresa para el beneficio de los propios indígenas.
Por la salud

Romero indicó que en La Milagrosa también se desarrollan proyectos de salud como el ambulatorio, el cual atiende alrededor de 10 mil pacientes al año. “Nos hemos convertido en el centro de referencia en la zona. Durante la pandemia éramos el único centro que tenía recursos para dar salud a la gente y hemos conseguido una gran reputación por la mística con la que trabajamos”, dijo.
Agregó que Proyecto Maniapure posee un convenio con la Universidad Central de Venezuela (UCV) para que estudiantes de los últimos años de Medicina realicen en La Milagrosa sus pasantías y el internado rural para recién graduados.

De igual forma, indicó que La Milagrosa fue uno de los centros pioneros en el uso de telemedicina, precisamente a través de su convenio con la universidad, el cual les ha permitido realizar consultas a distancia desde principios de la década del 2000. Principalmente para revisiones de especialistas que solo se encuentran en la ciudad, o para que los médicos internos reciban segundas opiniones en la atención de sus casos.
“Ahorita tenemos un médico eñepa, entonces todas esas comunidades indígenas se sienten conectadas con ese médico que entiende su idioma, su cultura y sus propias necesidades. También estamos formando a una indígena eñepa que está ejerciendo funciones de enfermera. Entonces todo eso también está ayudando y dejando un legado de conocimiento y de pertenencia”, aportó.